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La lógica de la abundancia

En el viejo paradigma en el cual hemos nacido los humanos que podemos leer este libro, fuimos educados con cero o casi nula educación financiera.

A la mayoría, nadie nos enseñó a cómo manejar dinero.

No hay fórmulas exactas para esto, pero al menos hay unas reglas generales.

Luego a cada uno le va a funcionar la que más se adecue para su aprendizaje y evolución espiritual.


El abril de 2022 tuve una charla muy interesante con mi hermana Claudia. Con ella siempre hablamos del tema financiero, porque ella tiene un emprendimiento maravilloso (que contaré en otro capítulo) en el cuál siempre hablamos del equilibrio de dar y recibir, y las señales del universo en los resultados de eso.


La vida le dio la oportunidad de tener ahorros. No porque guardara para algo, sino porque aumentaron sus ingresos y no tenía “necesidad” de gastar.

Ella pensaba cambiar su coche con ese dinero, pero una amiga le dijo que no lo hiciera, sino que invirtiera más en su emprendimiento, que eso le iba a traer más ganancias.

La explicación que le dio su amiga le movió tanto su esquema mental, que me llamó para preguntarme que pensaba de eso.

Cuando me llamó, le conté que lo que su amiga le decía era coherente: Invertir en activos y no en pasivos.


Básicamente los activos son todas aquellas cosas en las que “gastamos” nuestro dinero pero que nos trae una ganancia con el tiempo. Ejemplos de activos: acciones en la bolsa, una propiedad para alquilar, un coche para poner a trabajar como taxi o Uber, en mi caso también invierto en publicar libros porque eso puede generar una ganancia en el futuro.


Pasivos son aquellos objetos que compro y que no me dan ganancias, sino todo lo contrario, me generan gastos. Por ejemplo: la caso donde habitamos es un pasivo, porque la tengo que mantener. El auto que uso es un pasivo, porque también tengo que colocarle dinero para que funcione.

Tal vez estés pensando que estoy loca con esto que te digo: ¡cómo una casa es un pasivo!.

Si, lo es, porque si tú, dejar de colocarle dinero todos los meses para mantenerla, la casa se viene abajo, literalmente. Lo mismo pasa con tu auto.


El problema aquí, radica en que nos hicieron creer que te convertirás en una persona “rica” si tienes una casa hermosa para vivir, otra casa en la playa, otra en la montaña, varios coches, bote, moto acuática, etc.

Pero todo esto no te hace más rico, sino que te hace más esclavo, porque (si no tienes un ingreso pasivo) vas a tener que trabajar (y tal vez mucho) para ganar el dinero para sostener todas esas cosas.

Si invirtieras en activos, al aumentar esos activos, y eliminando la necesidad de comprar y de tener, serás cada vez más libre, porque con el tiempo, vas a poder dedicarle menos tiempo y energía a trabajar y tendrás más tiempo libre para disfrutar y hacer realmente lo que quieras.


Llenarte de pasivos pensando que eso te da más seguridad podrá generar en tu vida un elefante enorme que cargas sobre tu espalda.

Piensa bien antes de comprar cosas que luego requieren de tu energía y tiempo para poder ser sostenidos, porque muchos de ellos, solo limitan la manifestación de tu Ser Abundante.


En el antiguo paradigma en el que hemos crecido, muchas personas que tendrán la oportunidad de leer este libro, a menudo nos encontramos con una notable carencia en la educación financiera. Esta laguna educativa nos ha dejado a muchos a la deriva, tratando de descifrar las complejidades del manejo del dinero por nosotros mismos. Si bien no existen recetas mágicas para garantizar el éxito financiero, sí que hay principios básicos que pueden servir como guía. Con el tiempo, cada uno encontrará el camino que mejor se ajuste a su proceso de aprendizaje y desarrollo personal.


En abril de 2022, tuve una conversación reveladora con mi hermana Claudia. Compartimos con frecuencia nuestros pensamientos sobre finanzas, una conexión que ha sido fortalecida por su próspero emprendimiento, del cual hablaré en detalle en un futuro capítulo. A través de nuestras conversaciones, hemos explorado la dinámica de dar y recibir, así como la influencia de las señales universales en los resultados de nuestras acciones.


En una feliz coincidencia, la vida premió a Claudia con una considerable suma de ahorros, no por un ahorro intencional, sino como resultado de un incremento en sus ingresos y una moderada necesidad de gasto. Originalmente, tenía planes de utilizar ese dinero para adquirir un nuevo coche, pero una sabia amiga le sugirió invertir más en su negocio, prometiendo mayores beneficios a largo plazo. Esta perspectiva desencadenó una profunda reflexión en Claudia, llevándola a consultarme sobre mi opinión al respecto. Sin dudarlo, respaldé la recomendación de su amiga: era vital invertir en activos, en lugar de pasivos.


Los activos, en esencia, son inversiones que, aunque implican un desembolso inicial, prometen retornos financieros con el tiempo. Algunos ejemplos claros son las inversiones en acciones, propiedades para alquilar o vehículos destinados a servicios de transporte como taxis o Uber. Personalmente, también veo la publicación de libros como una inversión activa, ya que tiene el potencial de generar ganancias futuras.


En contraste, los pasivos son aquellas adquisiciones que, lejos de reportar ganancias, generan gastos continuos. Es común creer que una casa propia es una inversión, pero si consideramos los gastos constantes de mantenimiento, rápidamente nos damos cuenta de que puede convertirse en un pasivo. Lo mismo sucede con los vehículos personales, que requieren un flujo constante de dinero para su operación y mantenimiento.


Muchos podrían considerar mi punto de vista como controvertido, argumentando que una casa puede representar una seguridad financiera. Sin embargo, si reflexionamos profundamente, nos daremos cuenta de que una casa puede convertirse en una fuente de gastos incesantes si no se gestiona correctamente, devorando nuestros recursos mes tras mes.


Desafortunadamente, hemos sido condicionados por una sociedad que nos persuade de que la verdadera riqueza se manifiesta a través de la acumulación de bienes materiales: una casa lujosa, propiedades vacacionales, vehículos múltiples, entre otros. Pero esta visión materialista no necesariamente nos conduce a una verdadera prosperidad, sino más bien a una esclavitud financiera, donde debemos trabajar incansablemente para mantener nuestro estilo de vida.


Al enfocarnos en aumentar nuestros activos, en lugar de acumular pasivos, podemos ir rompiendo las cadenas de la dependencia financiera. Con el tiempo, esta estrategia nos permitirá dedicar menos energía a trabajar y más tiempo a disfrutar de las cosas que verdaderamente valoramos.


Así que antes de embarcarte en nuevas adquisiciones, te invito a reflexionar profundamente sobre su verdadero costo. Considere si están contribuyendo a su libertad financiera o simplemente agregando peso a una carga ya pesada. Recuerda, el camino hacia una vida plena y abundante comienza con decisiones financieras sabias que fomentan un ciclo de crecimiento y prosperidad sostenibles.






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