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No podés avanzar si no sabés hacia dónde vas


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En el mundo del desarrollo personal existe una confusión muy extendida: muchas personas comienzan un proceso diciendo que quieren “estar mejor”, “sentirse en paz” o “resolver sus cosas”.Y aunque esos deseos son legítimos, no son metas. Son sensaciones. Y las sensaciones, por naturaleza, son móviles, ambiguas, cambiantes. La transformación profunda, en cambio, necesita algo más sólido:una dirección clara.


En el gimnasio pasa algo parecido.No es lo mismo decir “quiero estar en forma” que decir “quiero fortalecer mis piernas para correr cinco kilómetros sin cansarme”.

La primera frase es vaga. La segunda es concreta, medible, orientada.

Cuando la meta es concreta, el cuerpo comprende qué tiene que hacer.La mente se ordena. El esfuerzo encuentra un sentido.

En el mundo interior ocurre exactamente igual.


El alma no se organiza alrededor de sensaciones difusas. Se organiza alrededor de un propósito.

Cuando una persona define con claridad qué quiere lograr —una decisión, un cambio, un cierre, un inicio— la energía empieza a fluir hacia ese punto con una intensidad completamente distinta.

Aparece foco. Aparece estabilidad. Aparece avance.

Y lo más interesante: la meta real rara vez es la que la persona cree al inicio. Recién al profundizar, acompañados, emergen aquellas preguntas que de verdad estaban esperando ser respondidas.


Una meta clara no solo estructura un proceso:lo vuelve transformador.

  • Ordena las emociones.

  • Mueve la energía en una dirección coherente.

  • Abre decisiones que antes estaban bloqueadas.

  • Permite sostener el entrenamiento interior sin dispersión.

Cuando la meta aparece, la persona siente alivio.Porque al fin sabe hacia dónde caminar.


Antes de iniciar cualquier práctica, ejercicio o activación, el primer paso es siempre este: descubrir qué es lo que realmente importa trabajar en este momento de la vida.

Puede ser recuperar el poder personal.Puede ser iniciar un nuevo capítulo.Puede ser tomar una decisión postergada.Puede ser comprender qué pide el alma hoy.

Sea cual sea, cuando la dirección se vuelve nítida, el proceso interior deja de ser improvisación… y se convierte en camino.


No se puede avanzar sin destino.No se puede transformar sin una dirección.

Elegir la meta es, en sí mismo, un acto de poder.Es el primer movimiento que empieza a reorganizarlo todo: la energía, la mente, las emociones y la vida concreta.

Porque cuando sabés hacia dónde vas, el camino deja de ser confuso.Y empieza a ser posible.

 
 
 

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