Ayer se cumplieron 46 años del último golpe de Estado en Chile. Ni siquiera había nacido cuando eso sucedió. Y solo llevo 18 años viviendo en este país, pero me ha tocado tener muchos consultantes que han sufrido las consecuencias del golpe: torturas, exilio y pérdidas de familiares, entre otras muchas otras cosas.
Pensando en lo que significa el 11 de Septiembre para los chilenos, recordé el caso de una mujer que estuvo detenida - desaparecida por varios meses y sometida a tortura. Cuando fue mi consultante, hace un par de años atrás, se notaba que había sanado esas heridas que dejaron en su alma ese episodio, aunque todavía tuviera secuelas físicas de su historia.
Ella me contó que cuando fue liberada de la cárcel, fue llevada directamente al aeropuerto y subida a un avión junto con su hija de 3 años, a la cual hacía 8 meses que no veía. Ambas fueron exiliadas a Suecia.
Ahí le costó muchísimo adaptarse al frío y la oscuridad del invierno sueco, y ni hablar del idioma. Además de todo eso, hay que agregarle el estado mental y emocional en el que ella se encontraba. Estaba tan mal, que ni siquiera tenía dinero para darle comida a su hija. Entonces lo que hacía era dejar en el departamento de una amiga argentina, que había conocido en el exilio, a su hija todos los días, para que as
í pudiera comer. Mientras, ella iba en búsqueda de trabajo y terapia para aliviar el dolor que tenía su alma por encontrarse tan lejos de su familia, todos sus seres amados y de la tortura mental y física que había sufrido por varios meses.
Un día, fue a dejar a tu hija al departamento de su amiga, y el ascensor del edificio no funcionaba. Entonces, tuvo que subir y bajar 4 pisos para dejar a su hija.
Al subir se dió cuenta que en el segundo piso había mucha gente esperando en el pasillo, y lo que más le llamó la atención era que las personas que estaban ahí, todas hablaban español. Cuando bajó nuevamente las escaleras, no pudo con su curiosidad y decidió preguntar que estaban haciendo ahí. Una persona le contó que ahí estaba el consulado de México y que estaban abriendo visas para los latinos exiliados que quisieran ir a vivir y trabajar en ese país.
Mi consultante no lo podía creer. En medio del frío y la oscuridad física, emocional y espiritual, había un poco de luz, calor y esperanza. Se quedó haciendo cola, consiguió una entrevista, y 3 meses después estaba viajando a México para trabajar como enfermera en un hospital de ciudad de México, en la cual vivió hasta que retornó la democracia a Chile a principios de 1990.
Ella dice que si no hubiera sido por el hambre de su hija, nunca se hubiera enterado de la propuesta del consulado mexicano y nunca se hubiera ido a vivir ahí.
Lo que pasa, es que la vida a veces funciona de esa forma. Te pone una versión suave del aprendizaje y si no la entendiste, te coloca la versión mas fuerte, hasta que la podés entender.
Muchas veces creamos insconcientemente el hambre, la soledad o la pobreza, para poder aprender. Lo fantástico es que una vez que lo comprendemos, la vida comienza a fluir nuevamente.
Con amor,
Silvina Páez